Alfonso Mareschal
Expertos

En esta entrevista, el doctor Miguel Ángel Dorta, médico del servicio de Ofra del centro 'San Miguel Adicciones', responsable de varias unidades de 'San Miguel Biopsicosocial' y médico de confianza del proyecto 'Avantis Salud', desgrana su postura sobre el estado actual del sistema sanitario, el modelo biopsicosocial y la responsabilidad que tienen los pacientes a la hora de abordar cualquier enfermedad.

Consciente desde hace muchos años de que hay enfermedades cuyo origen, prevalencia y tratamiento escapan a desencadenantes exclusivamente biológicos -o farmacológicos-, el doctor Miguel Ángel Dorta defiende el modelo biopsicosocial como verdadero paradigma de la atención sanitaria. No en vano, "las enfermedades asociadas al modo de vida ocupan actualmente los primeros lugares en la demanda de asistencia (...). Se trata de enfermedades que tienen su origen en conductas, actitudes y expresiones emocionales que generan enfermedades y que se aprenden del entorno familiar, escolar y social, entre otros. Si no se corrigen los factores desencadenantes, modificando conductas, emociones y actitudes, el problema continua y se perpetúa", tal y como él mismo sostiene.

 

PREGUNTA: En el relato ‘Casa con desván’, escrito en 1896 por el autor -y médico- ruso Antón Chéjov, se planteaba la siguiente afirmación: "La medicina es necesaria sólo para el estudio de enfermedades como un fenómeno natural. Si tenemos que curar algo, que no sea la enfermedad, sino la causa". ¿No sería ésta una defensa primigenia del modelo biopsicosocial? Aunque no lo llamáramos así, ¿cuánto tiempo lleva la medicina contemplando -o ignorando concienzudamente- los condicionantes externos y el ambiente?

 

RESPUESTA: Fíjate, yo creo que desde la aparición de los antibióticos, que es cuando realmente empezamos a curar enfermedades con el uso de fármacos y medicamentos. No en vano, fue a partir de ese momento cuando se empezó a concebir la salud como un negocio y a especular con cada enfermedad con la finalidad de vender un remedio, no atajar su causa. Lo que ocurre en la actualidad es que existen médicos que saben mucho de fármacos, pero poco de fisiopatología; y mucho menos de fisiopatología en el entorno sociocultural del enfermo. El problema de todo esto es que, claro, si tú no vas al origen del problema, a su causa, lo único que puedes hacer es atenuar o paliar las consecuencias de unos malos hábitos o de un mal estilo de vida, pero sin erradicarlos, cronificando así la condición del paciente, que es lo que económicamente le interesa a las corporaciones.

 

P: ¿Y cómo aborda los problemas de salud el modelo biopsicosocial, precisamente?

 

R: Lo primero que me gustaría decir al respecto es que no todas las patologías son biopsicosociales. Una fractura provocada por una caída en la calle no es un asunto biopsicosocial, por ejemplo; y una infección derivada de la picadura de una garrapata, tampoco. Sin embargo, las enfermedades que no dejan de aparecer a nuestro alrededor, como son las enfermedades metabólicas, la diabetes, el sobrepeso, el colesterol, o las enfermedades mentales, como la ansiedad o la depresión, son patologías que responden al estilo de vida y al entorno biopsicosocial. Estos no son problemas fortuitos, sino que deben entenderse como un fenómeno global; y es ahí donde entra este modelo. Cuando las patologías no responden bien a la parte biológica o farmacológica porque su origen es psicosocial, es decir, derivado de una serie de pensamientos, creencias o hábitos adquiridos, la respuesta debe de ser distinta, porque, si no, nos estaremos perdiendo un montón de enfoques y factores que influyen en la detección de las causas, el mantenimiento y la resolución de la enfermedad.

 

P: En un artículo te leíamos que "es responsabilidad de cada persona tomar la propia salud a su cargo. Pretender que otros enderecen con fármacos lo que sólo se puede conseguir con aprendizaje y cambios sólo lleva a cronificar la enfermedad y a deteriorar la calidad de vida". Al hablar de afecciones y/o remedios, ¿qué tiene más peso: el contexto o la capacidad individual?

 

R: Es que ninguno de ellos basta si no está la balanza equilibrada. Porque no sólo tienen que poner de su parte las personas: con un modelo sanitario como el nuestro, que se basa en la prescripción farmacológica, en decirle al paciente "No se preocupe. Usted no haga nada, tómese esto y ya está", evitando así que se (sobre)esfuerce y trabaje en sí mismo, cometemos muchos errores y no arreglamos casi nada.

 

P: Son cuatro los pilares de la felicidad, según hemos podido aprender contigo: la salud, la autoestima, las fuentes de dopamina y la ausencia de necesidades. Evidentemente, dentro de esas necesidades se ubica la urgencia de contar con un sistema sanitario eficiente, rápido y de calidad, algo que -por desgracia- no siempre encontramos. ¿Cuáles son los riesgos a los que nos enfrentamos por culpa de la saturación y el colapso de hospitales y centros sanitarios?

 

R: Mira, dentro del deber de información del profesional sanitario también nos encontramos con la necesidad de explicarle al paciente con qué sistema de salud y con qué recursos contamos. Siendo así, el modelo actual -paternalista y en el que puedes encontrarte a 100 personas en una sala de espera-, a lo que te empuja es a trazar una raya y decir: de aquí para adelante hay solución; de aquí para atrás, la población está perdida, así que sigamos paliando sus enfermedades; porque no podemos hacer más.

 

P: ¿Y cómo podemos solucionarlo?

 

R: Con los recursos tan limitados que tenemos, la educación se convierte en un elemento crucial. Hay que educar para que la gente no siga muriendo de las enfermedades biopsicosociales de las que hablábamos antes; y centrar nuestros esfuerzos en quienes realmente quieren cambiar y vayan a poner de su parte. Porque, claro, no vas a invertir esos recursos limitados en tratar de convencer a gente que no quiere cambiar su estilo de vida ni sus hábitos. Tenemos que tener en cuenta, además, que dentro del cúmulo de pacientes que maneja cualquier médico de familia siempre va a haber un porcentaje de pacientes recuperables y otro que no. Pues bien, a los primeros hay que informarles y orientarles sobre los cambios -y esfuerzos- que deben emprender para recuperarse; y a los segundos, prescribirles para mitigar su situación.

 

P: ¿Por dónde empezar y cómo llevar a cabo esa "educación [sanitaria]" de la que hablamos?

 

R: Desde mi punto de vista, habría que poner el foco en las nuevas generaciones. Es en ellas en quienes debemos invertir la mayoría de los recursos, para asegurarnos de que reciben, efectivamente, una buena educación sanitaria. En estos casos, las prohibiciones no funcionan, no sirven para nada; porque pongamos que se prohibe la venta de tabaco, por ejemplo. ¿Qué va a hacer la gente: dejar de fumar o empezar a consumirlo a escondidas, tal y como se consumen otras drogas o sustancias adictivas? La clave, como te digo, no pasa por la prohibición, sino por cómo seamos capaces de preparar a la gente ante el sistema depredador que nos acecha, que es el que fomenta la aparición de enfermedades como la diabetes, el colesterol, la hipertensión, la depresión, el suicidio, los trastornos infanto-juveniles, la violencia intrafamilar, etc.

 

P: En este sentido, ¿cuáles son los errores más flagrantes que estaríamos cometiendo?

 

R: Ocurre que a los niños de hoy en día no se les está enseñando a tolerar la frustración. Se les protege demasiado, no se les castiga, no se les reprende; y cuando salen al mundo real, con 13 o 14 años, es cuando aparecen los problemas. La respuesta, entonces, será: o bien llevarse para adentro todo lo malo y enfermarse, o bien soltarlo y desahogarse, pudiendo, incluso, perjudicar a los demás; porque no son conscientes de que la base depredadora del sistema social es el abuso, y lograr equilibrar la balanza implica tiempo y mucha educación.

 

Sucede, además, que el sistema educativo no contempla una formación para la salud real. A los niños se les enseña a hacer raíces cuadradas, pero no cómo funciona el metabolismo de una manera adecuada; y esto es lo que termina provocando que, con los años, aparezcan tantos diabéticos ilustrados, personas que tienen amplios conocimientos en otros campos, pero con las piernas agotadas porque no se están cuidando.

 

P: Y tratando de aunar esos dos aspectos que parecen tan distanciados: ¿qué le prescribirías a los lectores de "Prospecto Sanitario" para que comiencen a cambiar sus hábitos?

 

R: Pues quizá la respuesta no la encontremos en los discursos clásicos. A lo mejor tenemos que rascar la superficie e investigar, profundizar y esforzarnos.

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