A todos nos suena la figura de Peter Pan. Un personaje de la infancia de muchos, y que el psicólogo Dan Kiley utilizó en su obra El Síndrome de Peter Pan (1983) para llamar nuestra atención sobre el perfil personológico –cada vez más abundante– de un individuo que, bajo todas las señas de “un personaje difícil de manejar o de integrar en el tren de la sociedad”, como Peter, mostraba un abanico de características que presagiaban un conflicto con la realidad.
Aunque esta caracterización personológica dio –y a día de hoy aún da– mucho de qué hablar en la psicología divulgativa o popular, lo cierto es que han pasado cuarenta años desde su enunciación, y, después de todo lo que las ciencias del comportamiento han avanzado, cuando volvemos la vista atrás y retornamos a esos Peter Pan(s) originarios, descubrimos mucho, pero mucho más.
I. El síndrome de Peter Pan: instaurado en el imaginario colectivo, pero sin respaldo científico
Lo primero que salta a la vista es que la tipología en cuestión es tentadora, pero escurridiza; y quizá por esta razón no está recogida en el DSM –Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales–. Por su parte, unos la abordan desde la tercera tópica del aparato psíquico; otros, como parte de un sistema narrativo familiar; y por eso no es de extrañar que sea un tema que crece y se extiende sin parar, como la sombra del susodicho.
La descripción que realiza el Dr. Kiley abarca individuos marcadamente narcisistas, ególatras de sí mismos, y, al mismo tiempo, omite a otros individuos a los que podríamos definir como existencialistas-vitalistas, y que podrían exhibir algunos de los rasgos de Peter. La historia está plagada de ambas tendencias personológicas.
II. Cómo se construye la personalidad
Estos perfiles resultan atractivos por una razón muy simple, y al mismo tiempo fundamental: el comportamiento de ambos hace palidecer cualquier premisa sociocultural, y eso es muy seductor.
El mundo de las leyes y el orden social es un constructo que se enraíza también en nuestra psique, generando expectativas, y estableciendo certezas en las bases de nuestra identidad y la planificación y ejecución de las mismas. Y todos, absolutamente todos hemos probado ese peso, esa monotonía del deber silencioso: de qué manera sentarte y cómo saludar, cómo se baila esa canción y cómo se canta una melodía.
Todos lo sabemos. Lo sé yo y lo sabes tú, querido lector: si no eres como los demás, serás rechazado. Y, bajo el yugo de evitar el rechazo, vivimos y nos desarrollamos, física y psicológicamente.
¿Cómo no sucumbir, entonces, ante una persona que puede poner las reglas patas arriba? ¿Cómo evitar ser deslumbrado por un rebelde? Individuos, y hasta naciones enteras lo han hecho, y basta un leve repaso para tomar conciencia de que tanto narcisistas como existencialistas han movido la rueda de la Historia: los unos, como personajes marcadamente negativos, que gracias a su propia glorificación cometieron –y aún hoy comenten– cualquier atropello; y los otros fueron –y también hoy siguen siendo– el motor creativo del cambio y los progresos sociales. Sin estos inconformes vitalistas, lo mismo seguiríamos pintando paredes –pero en Altamira–.
III. El reverso de la sombra de Peter
Cuarenta años después de que el Dr. Kiley escribiera su libro vemos cómo “el Síndrome Peter Pan” ha resultado maltrecho por el uso que dispensó la psicología popular y divulgativa, cuando en realidad el Dr. Kiley describe un asunto complejo, un abanico personológico muy amplio, dispar y asimétrico a nivel psicológico, y cuya tipificación no puede desligarse de "su sombra".
En este sentido, Peter Pan no es un accidente de la psique, es el cuerpo de una sombra que se genera en la sociedad moderna. Padres, abuelos, culturas y sociedades enteras participan en una carrera desenfrenada e inconsciente por proteger y cubrir a su prole del sol de la realidad. Con razones objetivas y necesarias –unas– o subjetivas y accesorias –otras–, pero que nos llevan a preguntarnos de qué y por qué cubrimos y protegemos, precisamente. Y más aún: ¿dónde nace y se nutre el temor que alimenta a esa sombra?
Estas y otras preguntas nos fuerzan a no caer en el reduccionismo al analizar el 'Síndrome de Peter Pan', ya que no solo tiene efectos negativos, sino también causas negativas, las cuáles muy probablemente fueran el verdadero motor del Dr. Kiley al escribir su obra.
Los Peter Pan(s), además, son un indicador sociocultural de algo más profundo. Una desconexión con la realidad conseguida, en su caso, y una desconexión promovida, bien sea por los padres, bien sea por la sociedad. ¿Y ese es el final de la lista? Claramente, no. Cuarenta años después del libro, conocemos, por experiencia, muchos más desencadenantes.
Por ejemplo: ya hemos constatado los estragos psicológicos que la “carrera por el éxito” se cobra. Cada día corremos más persiguiendo una zanahoria que la sociedad de mercado se encarga de fijar justo en la línea del horizonte, donde no llegaremos jamás –como el cocodrilo persiguiendo la mano de Garfio–.
Pero no se desalienten: la salud es una responsabilidad, individual y colectiva; así, pues, le animamos a interesarse –siempre en profundidad– por estos temas que nos afectan a todos.
Atentamente,
(Otra) Peter Pan.
*Xoana García es psicóloga clínica especializada en el ámbito infanto-juvenil y familiar. Actualmente desarrolla este ejercicio terapéutico en aplicación de la Psicología en el ámbito socio-educativo.
Alejandro Labrada (Alex LaFer) es educador, formador y escritor. Actualmente publica literatura infanto-juvenil y colabora en la redacción de artículos relacionados con la promoción del bienestar personal y social.