
Hace años, el director de escena Peter Brook dejó anotada la siguiente frase: "Cuando el teatro es necesario, no hay nada más necesario", y, hasta hoy, nadie había logrado que se me olvidase. Pero, claro, ¿qué sucede cuando otras disciplinas, también "necesarias", como la enfermería y la investigación, se suben a las tablas? ¿Podemos mirar hacia otro lado?
PREGUNTA: Eres la conductora del espectáculo ‘Ciencia Enfermera a Escena’, organizado conjuntamente por la productora teatral ‘Pentación’ y el ‘Instituto de Investigación Enfermera del Consejo General de Enfermería (CGE)’, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, y con el objetivo de acercar al público general a la ciencia enfermera y sus características –que, por desgracia, no son siempre positivas–. En este sentido, y hablando una especialidad tan relevante, ¿cómo crees que le afecta a la enfermería esa máxima que suele atribuírsele a Gabriel García Márquez sobre “lo que no se comunica, no existe”?
RESPUESTA: Esa es, precisamente, la realidad de la profesión. Porque la población no cuenta con la foto completa de lo que significa ser enfermera. Lo asociamos al cuidado del paciente, nada más; que es algo esencial –e importantísimo, por supuesto–, pero no es lo único de lo que se encarga la enfermería. Por ejemplo, nos llega muy poca información sobre las labores de investigación e innovación que ejercen sus profesionales, y que abarcan desde el desarrollo de nuevas aplicaciones hasta la introducción de medidas higiénicas dentro de los hospitales, como la limpieza de las sábanas, el lavado de los propios enfermos, el aireado de las habitaciones, que pueden parecer aspectos insignificantes, pero que son esenciales a la hora de bajar los índices de mortalidad. Pues, bien, las enfermeras son las que se encargan de ese tipo de trabajos. También investigan e innovan, y, gracias a ellas, la salud pública global ha mejorado. Pero no todo el mundo lo sabe, y hay que remediarlo.
P: Hablando de comunicación: las enfermeras ocupan la primera línea en la relación que se establece entre los profesionales sanitarios, que se dedican a cuidar, y los pacientes, que son quienes reciben esos mismos cuidados. Son, además, con quienes mayor contacto solemos tener los usuarios del Sistema Nacional de Salud, y supongo que esto es algo de lo que también habría que sacar pecho. Bajo tu punto de vista, ¿cuál es el alcance de lo que una enfermera comunica? ¿Cómo puede afectar al transcurso, bien positivo, bien negativo, de cualquier proceso asistencial?
R: Mi impresión es que las enfermeras son, además de lo que tú mismo comentas, quienes más información de los pacientes cosechan. No sé muy bien por qué sucede, pero los pacientes nos hemos acostumbrado a mantener una relación más estrecha con ellas que con los médicos. Se han ganado nuestra confianza y establecemos con ellas un vínculo mucho más íntimo y cercano. También ocurre lo contrario: al estar acostumbradas al trato directo, las enfermeras se han especializado en explicar a los pacientes todos los detalles de cualquier proceso o intervención, por pequeño que sea; es decir, son las encargadas de traducir la información sanitaria, y por eso mismo han ido adquiriendo unas herramientas y estrategias comunicativas elevadas.
Por ejemplo, el papel de las enfermeras en la adherencia a los tratamientos de las personas mayores es determinante, ya que no sólo es que contribuyan a que el paciente lo siga en su día a día, sino que lo entienda y sepa qué hacer en caso de duda –como cuando tienes que tomarte una medicación determinada y hay un día que se te olvida–, ayudándolo, animándolo y explicándole con calma cómo hay que proceder.
Por otro lado, y al margen de la adherencia a los tratamientos, su figura es determinante para, al mismo tiempo, garantizar una correcta adherencia al Sistema Sanitario, promoviendo, de forma general, el recordatorio de citas, revisiones, vacunas o análisis –entre otros tantos ejemplos–.
P: Son, entonces, una parte esencial de la Atención Primaria, ¿no?
R: Efectivamente. De hecho, no podríamos imaginar una atención primaria sin enfermería. Sería como si nos faltase uno de sus principales eslabones. Pero no sólo, porque las enfermeras son fundamentales para todo el Sistema Sanitario, incluida la Salud Pública global, así como sus grandes campañas. Porque, sin ir más lejos, ¿tú sabes cómo se organizan las enormes campañas de vacunación masiva que promueven organizaciones como Médicos sin Fronteras? Pues ya te digo yo que sin la presencia de enfermeras serían imposibles. Al fin y al cabo, y como ya decíamos antes, es la figura más cercana a la población, y, al hablar de necesidades, es quien mejor sabe –y ayuda a– traducirlas.
De todos modos, si nos centramos en Atención Primaria, la reivindicación de la enfermería es esencial –y, en general, del personal sanitario global, cuyas condiciones laborales no son las mejores–, y se encuentra íntimamente ligada a la actualización del concepto “Salud”. No en vano, tenemos que empezar a incorporar en él a otras profesiones y profesionales sanitarios con los que hasta la fecha no habíamos contado, tal y como pueden ser los terapeutas ocupacionales –casi siempre mujeres, por otro lado, como las enfermeras–, y ampliar el enfoque, evitando reducir nuestras necesidades a la consulta con el médico, que claro que es importantísima, pero no la única alternativa dentro de una red de profesionales multidisciplinar y especializada. Cuando seamos capaces de otorgarle esa entidad será, precisamente, cuando la Atención Primaria deje de estar tan tensionada, y, también, cuando empiece a vincularse con el concepto actual de “Salud”, que ya no sólo contempla la ausencia de enfermedades, sino la idea –universal– de “bienestar”, donde la enfermería resulta uno de sus pilares.
P: En este sentido –y teniendo en cuenta, al menos, tu experiencia como paciente–, ¿crees que una enfermera nace o se hace?
R: Yo creo que con la vocación se puede nacer, desde luego; con esa vocación de cuidado y atención. Más adelante, por supuesto, habrá que potenciarla con unos buenos estudios, con práctica y con todo lo que requiere una profesión tan sumamente importante –y necesaria– como es la enfermería. De eso vamos a hablar en ‘Ciencia Enfermera a Escena’, sin ir más lejos: de cómo cuidar, efectivamente, pero también de cómo prevenir, de cómo evitar –una infección, por ejemplo–, y de cómo aprender a hacerlo gracias a los estudios y a la investigación. Pero, sí: yo creo que con la vocación sí que se nace, y, hoy por hoy –y es algo que vamos a ver en el espectáculo–, puede que una niña esté valorando convertirse en enfermera porque le gusta cuidar a los demás.
P: En cualquier caso, el Instituto de Investigación Enfermera del Consejo General de Enfermería no sólo pretende reivindicar que a las enfermeras se las (re)conozca por su papel de cuidadoras, sino también como científicas. Eso sí, ¿por qué hacerlo sobre las tablas? ¿Qué situaciones, problemáticas o escenas necesitan “poner bajo los focos” las enfermeras y los enfermeros de nuestro país?
R: En el evento, lo que se destaca es, sobre todo, el papel que desempeñan las enfermeras en el campo científico, desde sus antecedentes históricos –y referentes–, hasta la situación actual y el momento presente. Ahí entran, por ejemplo, los estudios epidemiológicos que realizan los profesionales de la enfermería en ámbitos de lo más diversos, como son el cáncer, la calidad del agua, la calidad del aire, o, incluso, la incidencia que tiene nuestra realidad demográfica en nuestra realidad sanitaria –dando respaldo a esa expresión que tan frecuente oímos de que “dependiendo del código postal en el que vivas, tu salud será X”–. En esas investigaciones epidemiológicas hay médicos epidemiólogos, por supuesto; pero también enfermeras de toda índole, que colaboran a la hora de garantizar innovación, desarrollo y futuro.
Por otro lado, lo que pretendemos con ‘Ciencia Enfermera a Escena’ es luchar contra el alejamiento que pueda producirse entre las niñas –o mujeres– y la ciencia, sobre todo en el ámbito que nos compete, que es la enfermería. No en vano, es nuestro papel –como sociedad, incluso– el de recoger esas vocaciones de las que antes hablábamos y garantizarlas, ayudar a esos niños y niñas –sobre todo–, que con 12, 13 o 14 años se platean su profesión, a que puedan elegir “Ciencia”, y no que se les imponga cualquier otra alternativa; al contrario: hay que animarles –si es lo que les motiva– y (de)mostrarles que, en enfermería, la investigación merece la pena; y que es un campo en el que, con paciencia y desarrollo, puedes ser feliz –¡y mucho!–.
Tanto las niñas como las mujeres adultas tenemos que empezar a perderle el miedo al campo científico –al campo sanitario en toda su extensión, más bien–, y sentir que, si queremos, estamos capacitadas para participar, sin miedo, en todos los aspectos de la profesión, incluida la conciliación entre las actividades asistenciales, de investigación y la propia vida –donde aún queda bastante por hacer–.

P: Sobre “historias de superación” y “referentes”, Oihan Iturbide (biólogo, editor y adicto rehabilitado) nos confesaba –hace un par de semanas– que a él no le gustaban demasiado, pero que, a su vez, sí que las veía útiles para dar a conocer –y visibilizar– determinadas realidades. Con la enfermería, ¿qué ocurre?
R: Yo sí que creo en los referentes –y que cualquiera puede serlo, además–. Soy, de hecho, de las que considera que todas las mañanas se nos presenta una nueva oportunidad para luchar por nuestros sueños y mejorar en todos los sentidos; para tener una vida mejor, una mejor profesión y una sociedad un poquito más digna. ¿Cómo? Pues convirtiéndonos en referentes, no ya mundiales, sino para nosotros mismos –eso lo primero–, para tu comunidad, para tu familia y para tu entorno, incluido el laboral.
De igual modo, yo confío en estimular a los demás, siempre que se pueda, y en animarlos a luchar por la consecución de sus sueños, tanto personales como profesionales. Porque todos tenemos un papel en esta vida, y no hace falta que seas una cantante o un futbolista para ser relevante; también existen otras profesiones, como las sanitarias o las científicas, donde personas más o menos anónimas realizan una labor encomiable, promoviendo la salud de las personas y de las sociedades. Esa es, de hecho, una de las cosas más bonitas de mi trabajo: reivindicar la figura de los profesionales sanitarios como pilares de una sociedad que confía en el conocimiento y en el desarrollo.
P: Como presidenta de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), ¿ves problemáticas comunes dentro de las diferentes profesiones sanitarias?
R: En general, yo veo una problemática común dentro de las profesiones sanitarias, que no es otra que la falta de reconocimiento –de las que se derivan el resto, como son las malas condiciones laborales, los bajos salarios o la alta presión asistencial–. Sucede algo parecido con las profesiones científicas, y el desenlace está siendo el mismo: la huida, la marcha de nuestros profesionales y de nuestro talento a otros países, y la profusión del español como lengua cada vez más extendida en los centros de investigación extranjeros, que es algo que da mucha pena, por cierto, porque no son científicos que vayan a realizar estancias cortas, sino expertos que a lo mejor llevan ya ocho o diez años fuera, con un nivel muy bueno, y a quienes prácticamente hemos perdido para siempre, pues igualar sus condiciones va a ser muy difícil –con el modelo actual, al menos–.
P: ¿Cómo podemos paliarlas? Lo primero, comunicándolas, ¿y luego? O, dicho de otra forma, ¿qué papel juegan las instituciones o los medios de comunicación en todo esto? Porque, claro, los profesionales sanitarios y científicos tendrán el mensaje, pero ¿con qué clase de altavoces cuentan?
R: Sin duda, es fundamental que, desde la Comunicación, podamos dar visibilidad a todos estos problemas con los que nos encontramos. También es verdad que, hoy en día, no es fácil localizar los espacios adecuados para ello, habida cuenta de la crisis paralela de crédito y sostenibilidad que sufren, a su vez, los medios de comunicación convencionales. Sea como sea, no hay excusa para no hacerlo –o para no intentarlo, como mínimo–, siendo las autoridades quienes verdaderamente tienen la responsabilidad –y las competencias– para ello.
Tal y como tú mismo planteas, los medios de comunicación pueden llegar a servir como el mejor de los altavoces, pero las autoridades son quienes deben de recoger el mensaje y tomar decisiones al respecto. Son, también, los destinatarios últimos de la información, y quienes pueden intervenir para, por lo pronto, subir la inversión que se hace a estos efectos y mejorar la vida de los profesionales sanitarios que se dedican a ello.
Hoy por hoy, lo que vivimos es consecuencia directa de las políticas adoptadas en las últimas décadas. Por supuesto, los medios de comunicación deben denunciarlas, pero son los políticos quienes tienen la responsabilidad de cambiar las leyes, aumentar la inversión y tomar las decisiones –adecuadas– para revertir la situación de los profesionales afectados.
P: Volviendo a las tablas: sobre un escenario podemos encontrarnos, entre otros, a actores tradicionales y de “método” –que son aquellos que, antes de interpretar, necesitan meterse en el papel, vivirlo de primera mano, desde dentro–. Sin embargo, en el ámbito de la comunicación clínica, ¿con qué clases de “informadores de la salud” podemos encontrarnos?
R: Pues, mira: por un lado, tenemos a todos y todas las profesionales que trabajan en gabinetes de prensa de las instituciones sanitarias, científicas u hospitalarias, tales como los gabinetes del Ministerio de Sanidad, de las distintas Consejerías de Salud, y de todos los profesionales a su cargo, que se encargan de sacar adelante un trabajo increíble; primero, hacia la sociedad; pero también de índole corporativa, poniendo en contacto e intercomunicando a diversos departamentos o profesionales sanitarios entre sí.
Por otro lado, yo incluiría a los divulgadores, que ya son profesionales sanitarios o científicos que, además, acercan a la sociedad a los últimos avances o descubrimientos, ya sea escribiendo sobre ellos, participando en charlas o cediéndoles espacio en redes sociales; pero aportando, siempre, información acreditada.
Y también estamos los periodistas especializados en Salud y Ciencia, por supuesto.
P: Sea como sea, entiendo que el objetivo de todos y cada uno de ellos es el de aportar “Salud en cada palabra”, tal y como reza uno de los lemas de la ANIS. Y eso, ¿cómo se logra?
R: Todo el rato parece que estemos hablando de la comunicación médico–paciente, o de la comunicación entre los distintos profesionales sanitarios, pero no: de lo que estamos hablando es del valor de la información como pilar de la sociedad y de sus relaciones, ya no sólo sanitarias, sino humanas, que es en lo que se basa el progreso y la evolución: en comunicarnos para progresar.
En el ámbito médico, comprobarlo resulta muy sencillo, pues una mala información puede provocar que una enfermedad siga avanzando, ya que la persona afectada puede no haber entendido lo que hacer, o puede no haberlo asimilado –y que, además, no se atreva a preguntarlo–. Es decir, dentro de la atención sanitaria, la información es –casi– tan importante como el tratamiento, y la desinformación, un problema de salud pública, como la poliomielitis o los movimientos anti–vacunas, entre otros.
Dicho esto: ¿cómo aportar “Salud en cada palabra”?
Para nosotros, con rigurosidad, con un compromiso firme de no–especulación, evitando dar opiniones siempre que éstas no se encuentran respaldadas por datos y evidencias, teniendo –y compartiendo– las referencias y fuentes acreditadas, al tiempo que contribuimos a desmentir bulos e informaciones falsas. Para ello, lo que hay que procurar es trabajar mano a mano con los profesionales sanitarios, con la evidencia científica, la investigación y las fuentes directas de conocimiento, como es el caso de las publicaciones especializadas o de las sociedades científicas. Desde luego, no hay margen para la desinformación, pero sí –y mucho– para el debate.
P: En un sector como el sanitario, y, en particular, dentro de una especialidad como la enfermería, tan saturada y con tantas barreras a la hora de conciliar el trabajo asistencial y el investigador –entre otras–, ¿debemos depositar las esperanzas en las generaciones futuras?
R: Es verdad que los jóvenes de hoy en día tienen sus propios problemas, tales como la falta de empleo o de vivienda, pero también son el motor que nos llevará hacia un nuevo futuro –y más importante: hacia un futuro mejor–. Yo confío mucho en los jóvenes. Lo único que necesitamos es acercarnos un poco más a ellos, y, en todo caso, recordarles el valor de la información –y de la buena comunicación–.
P: Y poniéndonos en lo peor: si no somos capaces de revertir esa condición de “inestabilidad” que frena el avance científico en una disciplina tan importante para nuestro día a día como la “Ciencia Enfermera”, ¿qué riesgos –posibles– nos esperan?
R: Si quieres ponerte en lo peor, vas a tener que entrevistar a otra persona menos optimista que yo [risas]. Para mí, el inmovilismo es imposible, ya que confío en las personas y en que éstas, llegado el momento, reaccionen. Porque yo estoy convencida de que podemos ir, incluso, un poquito a peor de cómo estamos –y, a nivel internacional, es lo que está pasando–, pero reaccionaremos. Eso sí, no sé cómo será el cambio que venga después, si lento o inmediato, pero sí que nos traerá un mundo mejor. De verdad, en mi cabeza no entra la posibilidad de que las personas no nos estemos movilizando para mejorar las cosas, incluida la salud global.
*'Ciencia Enfermera a Escena' es un espectáculo teatral gratuito que podrá disfrutarse el día 11 de febrero de 2025, en vivo y en directo, a partir de las 19:00, desde el Teatro Reina Victoria de Madrid. También podrá verse en streaming desde el Canal Enfermero del Consejo General de Enfermería.