Alicia Méndez (psicóloga)
Salud y Bienestar

Hace años, el neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl nos habló, en 'El hombre en busca de sentido' (Herder, 2021), de un vacío existencial por todos conocido: la "neurosis del domingo", "esa especie de depresión que aflige a las personas conscientes de la falta de contenido de sus vidas cuando el trajín de la semana se acaba y ante ellos se pone de manifiesto su vacío interno". Ahora que hemos superado agosto –es decir, un domingo eterno–, reflexionamos acerca de la vuelta de las vacaciones, la ansiedad anticipatoria y qué hacer al respecto para no sentir, precisamente, ese "vacío existencial" en el regreso a la rutina.

I. Primero, ¿qué es la ansiedad? ¿¡Y por qué la experimento si acabo de llegar de vacaciones?!

Podemos definir la ansiedad como una respuesta fisiológica desencadenada ante estímulos estresantes. No debemos confundir estrés con ansiedad, pues sí tienen relación, pero porque eventos estresantes, desencadenan respuestas ansiosas.

 

No debemos estigmatizar la ansiedad. Pues es uno de los mecanismos que nos permiten sobrevivir y que necesitamos cada día de nuestra vida. Ahora bien, ¿qué pasa cuando este mecanismo juega en mi contra?

 

Muchas y muchos podrán sentirse reflejados cuando en estos días se habla de la “depresión post-vacacional”. Después de un largo periodo de inactividad de nuestra rutina habitual, volver a ella puede ser difícil.

 

Hacia el final de las vacaciones vamos sintiendo un malestar, cierta intranquilidad, problemas para conciliar el sueño… No cabe duda, en poco tiempo “volvemos a la rutina”.

 

Antes de intentar “extirpar” esta ansiedad, ¿por qué no probamos a escuchar lo que trata de decirnos? ¿Cuál puede ser su origen?

 

Pensamos que, si ignoramos la sensación de malestar o nos invalidamos con el típico “Tampoco estoy tan mal”, ésta desaparecerá. Sorpresa: no sucede así. La ansiedad no es un sombrero que podamos poner y quitar a nuestro antojo. Requiere que hagamos una escucha activa, y que la atravesemos de la mejor manera posible.

 

II. Caso clínico: María vuelve al trabajo después de un mes y medio "descansando"

Imaginemos a María, que empieza el día 9 de septiembre como maestra en su colegio de siempre. Desde el primer día de septiembre, ya comenta a sus amistades y familia que se encuentra mal. No puede dormir, le duele mucho la tripa y, solo con pensar en volver al colegio, “se pone mala”.

 

Muchos son los consejos que le dan a María. Que se distraiga haciendo deporte, que piense que tiene un buen trabajo como funcionaria o que “con la cantidad de vacaciones que tiene cómo es que se puede quejar”. Esto hace que María piense que su ansiedad no tiene razón de ser, incluso que es caprichosa o egoísta.

 

Lo primero que tenemos que identificar es por qué hay cosas de la vuelta a la rutina que me resultan estresantes. Teniendo en cuenta, primero, que la adquisición de los hábitos que ya teníamos necesita de un periodo de (re)adaptación.

 

Debemos reflexionar también sobre el ambiente de trabajo. ¿Siento comodidad en mi puesto? ¿Es demasiado demandante? ¿Me siento realizado con la función que hago? ¿Las condiciones de trabajo me parecen adecuadas? ¿Hay un equilibrio entre mi vida personal y laboral?

 

III. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Después de haber normalizado el sentir ansiedad, porque es una característica humana y no hay nada malo en experimentarla, llega el paso de la regulación.

 

No hay fórmulas mágicas: consiste en tomar decisiones conscientes y coherentes con mis necesidades. No hay una “receta que seguir”.

 

¿Cómo puedo resolver esta situación que me genera estrés? ¿Es algo que está en mi mano o trasciende a mí? ¿Si no puedo hacer nada, qué opciones me quedan?

 

En este proceso de escucha activa, habrá muchas respuestas.

 

Quizá encontramos que debemos dedicar tiempo a formarnos en nuestro puesto para sentirnos más seguros y que las reuniones de equipo nos sean más llevaderas.

 

Quizá necesitemos trabajar la asertividad con nuestros compañeros y superiores.  

 

Quizá necesitemos el valor para tomar otros caminos.

 

Hay tantas posibilidades como casos que se presenten.

 

En resumen. Existen múltiples opciones de por qué sentimos esta “ansiedad anticipatoria”, pero es sumamente importante escuchar por qué creemos que está ahí.

 

La respuesta no está en los gurús de Instagram que te dicen que tienes que dejar tu trabajo. Tampoco en la autoexigencia del mundo en el que vivimos.

 

 

*Alicia Méndez es psicóloga especializada en neuropsicología y neurociencia cognitiva. Actualmente, ejerce en su consulta, Amablemente, y colabora con diversas instituciones y proyectos, como Avantis Salud y Prospecto Sanitario

 

Comparte el artículo si te ha gustado